EL OSCURO CANTO. No muchas aves cantan en la oscuridad, libro de Enrique Ramírez G.
Hace unos días fui al mercado con mi mujer para comprar alimentos. Cuando regresábamos con algunas bolsas plenas de frutas y comida, nos cruzamos en el camino con un muchacho que trabaja en el basurero del mismo mercado. Este chico nos recibe la basura y le damos una pequeña propina. Él se encarga de separarla, de aprovechar lo que encuentra (vidrio, plástico, metales u otros materiales reciclables) para ganar un poquito más. Nos vimos, él conducía un carrito con dos grandes tambos de basura. Pensé que bien podría decirle que todo lo que llevaba en ese momento a mi casa, en unos cuantos días se lo devolvería en forma de basura, luego de haber consumido lo necesario para nuestra subsistencia.
Pensé, esto que llevo entra a mi casa y lo transformaré en lo que soy, pues “somos lo que comemos”. Y lo que sobre será desperdicios, basura. Una parte de esto se quedará en mi cuerpo para darme energía y restituir lo gastado (y también para avanzar hacia la muerte), pero ¿qué más sale de lo que llevo aparte de la basura?
Bueno, lo que saldrá serán conocimientos, un poco de matemáticas para mis alumnos, y también, espero, unos dos o tres capítulos de una novela. Quizá un cuento. Y, claro, ha salido este texto para reseñar el libro de mi amigo el poeta y artista plástico Enrique Ramírez. Eso será resultado de lo que llevaba ese día para abastecer mi casa que es la de ustedes.
Tal es una de las misiones que tenemos en este mundo. De alguna u otra manera, el mundo nos da lo que requerimos para vivir; aunque a veces tengamos que batallar muy duro; aunque padezcamos bajo un gobierno mucho más próximo a lo criminal de lo que casi nadie quiere ni puede aceptar. Pero así ocurre y a cambio de lo que entra a nuestra casa, algo devolvemos, algo damos. ¿Y qué devolvemos? Bueno, pienso en la gente que devuelve más, mucha más basura de la que resultará de consumir los alimentos. Traerán al mundo más injusticia, más desigualdad, más corrupción. Pero algunos cuantos, como Enrique, devolverán poesía.
Y es entonces cuando me pregunto y, con rigor, me cuestiono ¿para qué sirve la poesía?, ¿se necesita la poesía?, ¿podríamos vivir perfectamente tranquilos sin poesía ni libros que la contengan?, ¿qué es la poesía?, ¿vale la pena que alguien dedique su vida, como lo hace Enrique, a crear poesía?
Sin duda el intento de responder a tales cuestionamientos requeriría escribir un tratado de literatura con un largo capítulo relacionado con la poesía. Es un reto exagerado, pero a partir del libro No todas las aves cantan en la oscuridad y algunas escasas argumentaciones, intentaré aquí una serie de respuestas.
Primero. La poesía no sirve para fines prácticos. Podríamos decir que la poesía no sirve para nada. Pero es así porque se trata del ejercicio más humano de cuantos ha inventado y conoce el hombre. La poesía se encuentra en tantos lugares como milagros ocurren en el pasmoso universo que habitamos, para que la vida continúe, para que la belleza ocurra, para que el conocimiento siga asombrándonos y no menos para que la desesperación, la tristeza no terminen por avasallarnos.
he nacido triste sin sentido desganado (…) he nacido sin causa pesimista con dolor en los testículos (…) con un sentimiento de nostalgia (…) con las tripas de fuera (…) he nacido solo solito como un peral que recibe el sol pero sobre todo para morir
Ha dicho el filósofo que el hombre es un ser para la muerte. El poeta, a punta de sentimiento, de su propia desolación y la búsqueda en sí mismo lo ha descubierto.
Es decir, la poesía, que, como hemos dicho, no sirve para nada, sólo sirve para lo más importante que pueda haber en este mundo: para hacernos más humanos. Que ya bastante tenemos todavía del animal que fuimos.
¿Se necesita la poesía?, nos preguntábamos. Aparentemente no. La gente corre, toma el metro apachurrándose de una manera que desafía las leyes de la física, sufre embotellamientos vehiculares y maldice porque no puede llegar a buena hora, se enferma por las contingencias ambientales, sufre y maldice a tanto político inepto y ladrón. Algunos otros, con todo, la pasan bien, se emborrachan, van a fiestas, se divierten como pueden, luchan por su vida ¿y la poesía?, parece no existir. Sin embargo, tengo que decir que la poesía es a la sociedad como los sueños son al individuo. Una persona que no sueñe no puede vivir. Se vuelve loco si tan sólo tres días seguidos de su vida no soñara. Los sueños son el otro mundo, nuestra otra vida; es el lugar donde existiremos después… es el sitio de donde vinimos y al que nos iremos. Los sueños del individuo son el germen de la poesía. La poesía, en muchos casos, son sueños. Pero más aun, la poesía suele dar sentido a los sueños. O bien no se lo da, ella tiene esa potestad. La poesía está en todas partes como Dios y nadie se da cuenta. La poesía es la manifestación de la divinidad. Y también es la gran blasfemia. Hay poesía en todo aquello que conmueve a las personas. Porque contienen al menos una pizca de poesía las telenovelas son el entretenimiento favorito de millones. Por la misma razón algunos artistas populares alcanzan gran éxito. No se ve, pero está en todas partes. Si no fuera así, no podríamos vivir. Enloqueceríamos porque una vida sin poesía es de muchas formas insoportable. Quizá nos mataríamos unos con otros. Si así Dios sabe. Vean aquel país en donde a través del consumo irracional, la exacerbación del individualismo, la competencia bestial y sin límites, en algunos lugares, en muchos individuos, han logrado desterrar la poesía. Sí, les hablo del gigante norteño, Estados Unidos. El paraíso del consumismo y el falso arquetipo del individuo triunfador. En ese país, en cualquier momento aparece un mozalbete rubio y bien alimentado, con un arma de asalto y de alto poder en las manos y se pone a matar a balazos sin discriminación (para eso no discriminan los gringos) a cuantas personas tenga a su alcance. Si se erradica la poesía las sociedades enloquecen.
Mientras la poesía es un acto de amor, el crimen lo es de odio, o cuando más de simple animalidad. Preferiremos siempre la poesía, un poema:
a veces se burlan de mis letras eso está bien al menos les saco una risa pero cuando me paso horas sentado frente a la máquina pensando en todo aquello donde se hunde la tristeza y a los demás les da risa deseo ser igual y carcajearme/ mentarle su madre a la vida/
Exclama el poeta cuando ―inevitablemente aparecen el desaliento y la decepción―, pero precisamente de tales elementos él sabe crear un canto. Esto es idéntico a lo que en tiempos remotos, hace siglos, se conoció como la alquimia. Los alquimistas, se dice, fabricaban oro a partir de metales burdos, concretamente del plomo. La ciencia moderna no ha probado que lo hicieran, tampoco que no. Pero sí ha encontrado que es posible hacerlo, aunque, con la actual tecnología, sea muy caro. Lo importante para nosotros es lo simbólico de la alquimia. A partir de la vulgaridad, de los materiales rústicos, del plomo o la ordinaria cotidianidad, el poeta-alquimista, obtiene el oro de la poesía, el lapis-philosoforum, la piedra filosófica, aunque sea envenenada, es decir, en lugar del elíxir de la vida perdurable, en el caso de Enrique Ramírez, éste brinda una invocación para la otra cara de la vida.
Quiero decirle al constructor
del circuito interior métame en un bache deje caer el cemento sobre el flaco cuerpo después al estar a punto de morir recordaría los autos a 100 Km /h sobre la cabeza la urbe no se detendrá a mirar el hoyo.
Estamos ante una poesía que no da concesiones en absoluto y tan no las da que ni el mismo poeta se perdona. Es una poesía dura, despiadada; incluso las expresiones, las palabras, son deliberadas para aludir al desasosiego, a la muerte incluso, sin ambages; aquí el poeta no se anda con chingaderas. Se asoma al abismo con una sangre fría que llega, sin dudas, a atemorizar.
Las palabras y el sentimiento es el mismo
¿cuánto tiempo vagando entre los días y la soledad? comiendo migajas de galletas de animalitos bullendo del hocico o mente dramas con letras en el papel para distraer las ganas de regresar al polvo.
Toda obra de arte es un acto de amor. Por más que el poema invoque a la desolación, por más que, como en su grandioso y terrible Maldoror, el Conde de Lautremont maldiga a su lector. El amor y el odio son sentimientos idénticos (de hecho juntan y hasta hacen comulgar en uno a quienes padecen uno u otro “El odio une tanto como el amor, por eso a mis enemigos no puedo odiarlos”, nos dice en La inmortalidad, Milan Kundera). Para amar a alguien son necesarias de manera imprescindible la ternura, la emoción, la inteligencia en su faceta de creatividad y las facultades espirituales.
Para hacer un buen poema, se requiere exactamente lo mismo. Aunque el amor esté pintado del negro de la frustración, la ternura se tiña de instintos animales, la emoción sea desesperación y la inteligencia te dé para rebuscar las palabras que como espinas de fuego te laceren.
Sándwich de mermelada
la he amado en silencio desde que la conocí con la promesa de amistad con la promesa de que la carne no se posaría desnuda en nuestras mentes (…) el animal donde resido tiene sed de sosiego de un par de senos ese calor consume el cerebro ni con un ventilador puede refrescarse pero va más allá de sólo el cuerpo eres toda eres el éter donde caben los volcanes al explotar como una fusión nuclear y ahora solamente tengo un sándwich con mermelada para calmar mi mente para calmar que tú eres feliz con alguien más.
Friedrich Holderlin, escapando de manera intermitente del infierno de la locura, visionario y profético, anotó una de las maldiciones del momento actual: “En un mundo sin Dioses, ¿para qué escribir poesía?”; en No todas las aves…, el poeta encuentra no menos ausencia divina; sin embargo, sabiamente, sabe sustituirla:
no encontrarás a Dios en la mirada de los ancianos en el sonreír de los niños ni en la última gota de vodka mucho menos en la iglesia así que paremos juntos la búsqueda y vayamos por Lucía
En un mundo tan diferente al de Holderlin pero no menos abandonado del espíritu y considerando que estamos ante Enrique Ramírez, un poeta despiadado antes que nadie consigo mismo, encontramos, sin embargo, que, una vez más, citando a Holderlin, “Allí donde está el dolor, está también lo que lo salva”.
he estado mirando las BOTAS color mostaza tienen mugre y un hueco (…) el viejo eterno las ha hecho estremecer por el sol y los días. me siento así unos zapatos lóbregos de obrero derramándose en el asfalto
lastimoso
¿Podríamos vivir perfectamente tranquilos sin la poesía ni libros que la contengan? Podríamos, sí, claro, vivir. Simplemente. Poco más que vegetar. Masticar, deglutir, digerir, desechar, como decía al principio de este texto. Compré comida, una semana después iré al basurero del mercado a ver a mi amigo el que recibe la basura y le daré diez pesos que recibirá gustoso junto con una buena cantidad de los residuos, paquetes y cáscaras de aquellos alimentos con que me vio ir a mi casa. Otros despojos los habré eliminado por las cloacas. Y una parte de los alimentos se quedará en mí. Será lo que yo sea. Pero algo más saldrá de mi casa. Ya lo dije, un cuento, un capítulo de novela, este texto. Y es que no puedo dejar de citar a Walt Whitman: “No dejes de creer que las palabras, la poesía sí pueden cambiar al mundo”. Eso es lo que un poeta, un creador devuelve. Pero nos advertirá, ese hombre que siente como nadie, que ve de veras, el más vulnerable ante el mundo.
el psiquiatra diría toma pastillas sé ese robot que escupe ilusiones muertas el zombi que no tiene tiempo para la desesperación ni para ver a las personas a la cara. las pastillas son mentiras el mundo cae en angustia nadie se libra de sus penas aún con el cerebro hecho añicos.
El tequila curado con lágrimas como el símbolo de la reconcentrada desolación, del cerrarse en sí mismo, soportarse, explotar controlada, dolorosamente.
cae la lágrima al vaso con tequila sin saber ¿por qué se desata esa poca de agua? ya que no hay ninguna mujer en mi vida se mezcla con el sabor de la bebida observo el líquido no hay diferencia lo tomo de un sorbo.
El acto poético, como pocas más disciplinas de la existencia humana, asume el sabio proverbio de Publio Terencio: “Homo sum, nihil humani me alienum puto”, hombre soy, nada de lo humano me es ajeno. Si algo hay tan humano es la poesía, entonces, ¿qué es la poesía? Diré primero citando a Luis Cardoza y Aragón, La poesía es la única prueba concreta de la existencia del hombre.
La poesía es el arte a través de la palabra. Es la claridad total y a la vez es el misterio. La máxima destreza en el lenguaje y el balbuceo. Es el sentimiento y la conmoción, pero también la frialdad y la apropiación del lenguaje.
“Sentimos la poesía como sentimos la cercanía de una mujer”, nos dice Borges y nos trae de lo descomunal a lo avasalladoramente íntimo. La poesía ocurre, como el milagro de amanecer o la caída de una estrella fugaz. Es como respirar. Está aquí la atmósfera contra todo pronóstico, desde hace unos 4 mil millones de años. Si alguien tiene buena salud, si es notoriamente feliz a pesar de que el país se despedaza y nos gobiernan delincuentes, si es creativo y hasta tiene fe en la humanidad, no lo duden, es alguien que está en contacto con la poesía. La poesía es, finalmente, salvación.
En el poema siguiente se describe el milagro de la existencia de un gusano.
Horrores en el suelo
tener más de 70 años es una hazaña que el insecto no desea y no siente se conforma con un medio día donde pisan la tierra tenis zapatos no prestan atención a esta alimaña ni a él le importa pues se entretiene contando la arena negra con sus patas suspirando sin saber que un dedo está a punto de aplastarlo.
Pero también la posible tragedia, cósmica, de su destrucción. En un universo como el que habitamos y considerando cierta proporción la muerte del gusano, sería la hecatombe provocada por la destrucción de una estrella supernova.
Y lo dijo Pascal. “Soy nada con respecto del infinito, pero mi dignidad reside en que, siendo infinitamente pequeño, tengo consciencia de este infinito universo que me rodea”. La poesía está en el centro de la existencia de la humanidad. He dicho que la poesía es salvación. Y hemos estado hablando de un libro, lo digo con franqueza, desolador. Sin embargo, insisto, la poesía es salvación.
hay un búho haciendo odas en las noches cuando salen los grillos. en las mañanas a veces despierta y recita la siguiente sonata ―hijos de puta/ hijos de puta. reprochándole al mundo estar enjaulado
¿Habrá una forma más bella de grandeza que el humor en medio de desdicha tan inmensa? Uno de los valores de No muchas aves cantan en la oscuridad son esos destellos, a pesar de ser sólo chispas, son maravillosos, el humor, la sonrisa que hace vislumbrar la esperanza. Tal es la salvación. No muchas aves cantan en la oscuridad, pero con unas cuantas que lo hagan estarán poniendo en el mundo una semilla de redención.
Y este día, 27 de abril del año 2016 según el calendario occidental; el 1394 del calendario musulmán; el 4713 del calendario chino y el calendario masónico dice que estamos en el año 6016 de la verdadera luz, mientras el 2016 corresponde, dicen, a la era vulgar. Bien, este día, en un país que se encuentra muy próximo al abismo, a una gran catástrofe social y que se llama México ―oficialmente Estados Unidos Mexicanos―, en la Ciudad de México, hasta hace poco Distrito Federal, se presenta un libro de poesía. Pocos actos más inapropiados en un país que se desangra, que quizá agonice.
Sin embargo, como dice aquella hermosa canción, “¿Quién dijo que todo está perdido? Aquí vengo a ofrecer mi corazón”. Lo cual me remite a la última pregunta.
¿Vale la pena que alguien dedique su vida a crear poesía? Vale. Porque mientras esto ocurra, significa que habrá esperanza.